Mi despegue en el fútbol mundial fue, como dijo el de la arbolada, "argo tramboliko". Un día fui a entrenar y me encontré a la puerta de mi estadio unos tíos de 8,8 metros que me cogieron y me metieron en una furgoneta. Allí un tío me enseñó un maletín repleto de billetes y me dijo que me querían para un equipo de la tercera división regional de Ucrania, el Mynabo de Kyev; algo así como una cantera del Dynamo de Kiev.
Acepté y así llegué a este puñetero tren donde todavía, y después de contarles esto, sigue sonando la canción de la lotaría.
Este es el escudo que había dibujado en el maletín:
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